domingo, 31 de agosto de 2008

REPRESENTACIÓN TEATRAL

Una muy buena noticia: Unos cuantos chicos están dispuestos a representar alguna de sus producciones en la escuela. Queda sólo acordar quiénes van a actuar y cuándo. ¡Felicitaciones, chicos, por animarse! Seguro que se van a lucir.

lunes, 25 de agosto de 2008

Invitación

Invitamos a los chicos de 5° 1° a que entren en el blog, vean sus propias producciones, recomienden textos de ficción y hagan comentarios y sugerencias. Ojalá nos deleiten con nuevos cuentos, poesías y otras formas literarias.

sábado, 9 de agosto de 2008

5° 1° Liceo 11


BIENVENIDOS/AS

Bienvenidos a este flamante blog. Los alumnos de 5° 1°, Liceo N° 11 "Coornelio Saavedra", de Villa Urquiza, CABA, los invitan a leer y a comentar sus producciones, en el marco de una propuesta de la profesora de Literatura (primer cuatrimestre), María Graciela Torres.


Ellos son:
Álvarez, Andrés; Alzugaray, Maia; Divanni, Guillermo; Ferro, Juliana; Ferro, Mariana; Gómez, Alan; Kirianovicz, Gastón; Leguizamón, Claudio; Olmedo, Marcos; Pérez, Sofía; Priore Tello, César; Rosales, Romina; Schilliro, Santiago.

Opinión de la ex profesora, Torres
Son trece jóvenes entusiastas y sensibles, que combinan talento con imaginación. Son, además, conscientes de que comunicar es "compartir", y de que una obra escrita, una vez publicada, se convierte también en propiedad del lector.
Ahora me refiero a ellos con nostalgia, porque no los veré en el aula durante este cuatrimestre ni en la escuela el próximo año. Pero seguirán desplegando en mi memoria su apabullante vitalidad, su alegre estridencia y su responsable libertad.

Narraciones
Un cuento de María Juliana Ferro. Este original cuento y su forma de redactarlo revelan que Juliana tiene condiciones de una verdadera escritora.
“Alas”

Estaba en una habitación con las paredes pintadas de blanco. Sobre una de las paredes se proyectaba un fino haz de luz blanca y, debido a la pulcritud y al espesor de la pintura blanca, se reflejaba en las tres paredes restantes, iluminando la habitación por completo.
La temperatura era baja. Más por la falta de vida que por otras razones el frío reinaba en todo el ambiente.
En la pared opuesta al muro donde se proyectaba la luz, estaba ella, desnuda y vulnerable, parada al pie de una escalera de cemento blanca que conducía a ninguna parte o, más precisamente, hacia uno de los vértices superiores de la blanca habitación. Marcadas en sus escalones había disimuladas huellas blancas, que apuntaban hacia todas las direcciones y que transmitían inquietud, desesperación, la presencia de una artista.
Agotada, se sentó al pie de la escalera y, abrazando sus piernas flexionadas, se tomó las manos y perdió su ciega mirada en el todo blanco, ausente, ajena, llena de vida. Así estuvo un tiempo hasta que sintió en el suelo, justo debajo de la pierna izquierda, una pequeñísima vibración. Recuperó todos los sentidos en un abrir y cerrar de ojos y clavó la mirada penetrante en el otro extremo de la habitación, donde pudo ver que algo se movía. Algo muy pequeño, insignificante, caminaba trabajosamente a lo ancho del cuarto, lo atravesaba por un blanco camino con un objetivo seguro.
La mujer, conmovida por la ínfima criatura, hizo un esfuerzo y se puso de pie; lentamente fue acercándose hacia aquella milagrosa aparición que por momentos se confundía con el blanco del suelo y de las paredes, y de la luz, y la perdía de vista. Pero, una vez que estuvo a pocos pasos de distancia, pudo distinguir a una hormiga, de las coloradas, pero esta era blanca. Cargaba en su espalda una pequeña rama blanca, de alguna extraña especie de árbol.
Ella se arrodilló en el suelo muy cerca de la hormiga, y la siguió en su recorrido con la mirada, confundida, hasta que el insecto, así como había llegado, se marchó por un imaginario hueco que había abierto entre los blancos ladrillos de la pared.
La joven volvió a quedar sola en la habitación. Se incorporó brusca y torpemente para verificar rastros de aquel espejismo, se dirigió rengueando hacia el hueco. Pero la pared estaba más perfecta que nunca, lisa, llana toda, desde donde ella creía que estaba el techo, hasta la superficie donde estaba parada, si era que lo estaba.
Después de unos minutos, creyó sentir una brisa ligera rozándole la nuca descubierta. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo de pies a cabeza, y de un salto giró con todo su peso y pudo ver que sobre su cabeza, muy alto, volaba un blanco pájaro. Un chillido agudo y ensordecedor hizo que la muchacha se asustara y corriera hacia un ángulo de la blanca habitación, desde donde siguió observando el vuelo de aquella blanca y majestuosa águila, quien sin saberlo le daría la libertad. La vio posarse en un blanco árbol en la cima de una blanca montaña. Allí se quedó un largo tiempo hasta que sus miradas se encontraron por una fracción de segundo. Y todo aquel maravilloso paisaje que ella había distinguido y coloreado a su antojo desapareció como por arte de magia.
Estaba confundida, impotente, pero lo había entendido. Veía las formas y los colores en la nada. Vio una locomotora que aparecía en una de las paredes y recorría rápidamente el resto con todos sus vagones para desaparecer en la primera. Vio una mesa, vio nevar, una familia, otro árbol con hojas verdes, un viejo, una taza de té humeante. Vio todas las cosas que formaban parte de su mundo. Por último vio cuatro paredes blancas, y un haz de luz blanca que se proyectaba en una de ellas y que, a su vez, se reflejaba en las tres restantes, iluminando la habitación por completo. Y, en el medio, un pincel y una lata con pintura blanca.
Por un blanco camino, ella fue hasta la blanca pintura con un objetivo seguro. Entonces tomó el pincel y comenzó por los pies, luego las piernas; después se pintó de blanco el vientre, el pecho, el cuello, los brazos…

Obras de teatro
Los chicos, en tres grupos, crearon obras de teatro. Éstas debían responder a unas consignas de la profesora y superaron ampliamente las expectativas de ella. No hubo tiempo para la representación teatral durante el primer cuatrimestre. Al tercer grupo no le interesa publicar su trabajo ni representarlo. De todos modos, son dignos de destacar las sorprendentes aptitudes de todos ellos como escritores, su entusiasmo y dedicación.

Primer grupo
Nombre de la obra: ¿Dónde está Irma?
Autores: Marcos Olmedo, Andrés Álvarez, Sofía Pérez, Maia Alzugaray y Mariana Ferro
Personajes:Mucama: Irma
Mujer de la casa: Marta
Hombre de la casa: Miguel
Jefe: Eduardo
Mujer del jefe: Miriam
Hija de Miriam y Eduardo: Marianita

PRIMER ACTO
Los hechos transcurren en el comedor de la casa de Miguel, donde hay una mesa con cinco sillas. En la habitación, se encuentra barriendo Irma, que deja la escoba y se va. Entra en escena Marta, la mujer de la casa…
Marta.- ¡Irma, Irma! (A los gritos. Mira hacia todas partes.) Pero ¿dónde está esta mujer?
(Irma aparece en escena.)
Irma.- Acá estoy, señora. (Pregunta de mala gana.) ¿Qué necesita?Marta.- Poné la mesa, Irma, que tenemos una cena importante.
Irma.- No, señora, no voy a poner la mesa.
Marta.- ¡Dale, Irma, poné la mesa!
Irma.- No, señora, yo me tengo que ir, ya le había avisado.
Marta (Insistiendo.).- Ay, Irma, es por hoy nada más…
Irma.- No, señora. (Exaltada.) Encima que no me paga hace dos meses, me tengo que quedar horas extra. Ponga la mesa usted, que yo me tengo que ir.
(Entra en escena Miguel, acomodándose la camisa.)
Miguel (Haciendo un gesto de coquetería.).- ¿Cómo estoy?
Marta.- Perfecto, pero acá está pasando otra cosa… Irma no quiere poner la mesa porque hace dos meses que no le pagamos.
Miguel (Insistiendo, tratando de convencer.).- Dale, Irma, poné la mesa y te prometo que… ¡te damos un aumento!
Irma.- ¿Qué aumento? Si me quiere pagar, págueme lo que me debe.
Marta (Tantea su busto y extrae de su corpiño un billete arrugado, lo mira y agrega.).- ¡Cinco pesos! (Como si fuera lo mejor del mundo.)
Irma (Histérica.).- ¡¡¿¿Cinco pesos??!!
Miguel (Por si a la otra le daba vergüenza.).- Dale, Irma, aceptalos, no seás así, no te hagás…
Irma.- ¿Qué no me haga qué? ¡¿Cinco pesos?! ¿Ustedes me están cargando?
Marta.- ¡Cinco pesos es un montón, Irma!
Irma.- ¡Con cinco pesos yo no le doy de comer a mis hijos!
Miguel.- Bueno… (Tantea en su bolsillo, saca otro billete y agrega eufórico, como para cantar el bingo.) ¡¡Que sean diez!!, pero poné la mesa, ¿ehh? (Sonriendo.)
Marta.- ¡¡Mirá, Irma, diez pesos!! (Excitada, apurando.) Dale, dale, a poner la mesa.
Irma.- Usted definitivamente me está cargando.
Marta.- No, Irma… dale, agarrá. (Le pone los diez pesos en la mano.)Irma.- Por favor, señora. ¡¡¡Usted me debe dos meses y me ofrece diez pesos!!! (Histeriquísima.) Págueme lo que me debe y quédese con sus diez pesos. (Los tira al piso violentamente.)
(Marta desesperada los levanta y los guarda como un tesoro, y la mira extrañada como si fuera una desagradecida. Mientras se queda observándola de ese modo, Miguel agrega.)
Miguel.- Dale, Irma.
Irma (Ofendida.).- No, me voy. (Comienza a caminar hacia la puerta.)
Miguel.- ¡Espere… ponga la mesa!
(Irma se detiene y se da vuelta para contestar.)
Irma. (A los gritos.).- ¡No, y hable con mi abogado, que lo voy a denunciar! (Irma sale de escena.)
Marta.- ¡NOOO! ¡¡¡Correla, Miguel!!! ¡Hacé algo!
(Miguel sale corriendo detrás de Irma, para detenerla la golpea, y ella se desploma. Se escucha un ruido. Marta se asoma y grita desesperada.)
Martha.- ¡Ahhhhhhhhhhhh! ¿Qué hiciste, Miguel? ¡¡¡¿¿¿La mataste???!!!
Miguel.- No, pero yo… (Suena el timbre.)
Marta (Nerviosa.).- ¡¡¡Dale, Miguel!!! (Toma el cuerpo inerte de Irma por las manos.) ¡¡¡Ayudame, que esto es un asco!!! Tiene un olor…
(La arrastran desesperados, comentando la repugnancia que les causa. Prueban acomodarla en otros lugares, pero terminan por dejarla debajo de la mesa del comedor.)
Marta.- ¡¡¡Ahí va!!! (Grita hacia el lado de la puerta; lo mira a Miguel detrás de la mesa con la muerta debajo y le habla en voz baja.)
Marta.- ¡¡El mantel!!
(Miguel corre en busca del mantel y lo tiende en la mesa. Por supuesto, el mantel es largo y oculta el cuerpo de modo tal que queda fuera de la vista del espectador. Marta, entre tanto, abre la puerta.)

SEGUNDO ACTO
Entran en la casa el jefe, su esposa y su hija. En esta parte de la obra, hay dos planos: uno en el que interactúan Marta, Miguel (de más está aclarar que siempre están al borde de un colapso nervioso) y Eduardo; y, en el otro, Miriam y Marianita. Marta los hace pasar, se saludan todos.
Marta.- ¡¡¡Qué linda nena!!! (Mientras habla, le acaricia la cabeza como un niño acaricia a un perro.) ¿O no, Miguel? (Marianita se aferra a las piernas de la madre.)
Miguel.- Siií, hermosa. (Rápidamente agrega.) Pasen, pasen, vamos al patio, así comemos afuera.
(Eduardo mira a Miriam para que dé una explicación.)
Miriam (Pacífica.).- No, es que… Marianita es alérgica al pasto.
Miguel.- Pero ¿cómo?
Marta:- ¿¿Sí?? ¡¡¡NO IMPORTA, LO CORTAMOS TODO!!!
Miguel.- Sí, lo cortamos… total, después crece.
Eduardo.- ¡Pero no, hombre, qué dice! Comamos acá (señala la mesa del comedor.) Es lindo, es más familiar…
(Se mueven los invitados y cada uno ocupa un lugar; los tres invitados ocupan el ancho de la mesa. Marta y Miguel los siguen y ocupan las cabeceras. Miriam y Marianita juegan con las manos, se ríen…)
Miguel (dirigiéndose a Eduardo).- No sabía que tenía una nena.
Eduardo.- Sí… (Le toma la cabeza, y la nena, de vergüenza, abraza a la mamá.) Es muy vergonzosa.
Miriam.- Sí, sí, siempre fue así.
(Interactúan en segundo plano Marta, Miriam y la niña, comentan las mujeres sobre la nena y otros temas.)
Eduardo.- Bueno… (Se tira para atrás, sobre el respaldo de la silla, y se toca la panza, lo mira a Miguel.) ¿Y el fiambre?
Miguel.- ¡¡¿¿Qué fiambre??!!
Marta.- ¡¡¡El fiambre, Miguel!!!, la mortadela, el quesito…
Miguel.- ¡¡Ahh, sií!! ¿Vas, Marta?
Eduardo.- ¡¡La picadita!!
(Marta se levanta y vuelve con una bandeja, la coloca sobre la mesa y los in vitados se sirven. Eduardo le da a Marianita para que coma, Marianita mira a su madre, la madre asiente y come.)
Eduardo.- Acá hay un olor a muerto…
(Marta y Miguel se sobresaltan, los dos neuróticos.)
Marta.- ¿CÓMO? ¿QUÉ DIJO? ¡¡¡MIGUEL!!!
Miguel.- ¡¡¡Noooo!!!... debe ser… el pollo.
(Casi al terminar la oración, lo interrumpe Eduardo.)
Eduardo:- ¡¡¡¡Perdió Boca!!!! ¿Acaso no son ustedes de Boca?
(Marta y Miguel se descostillan a carcajadas nerviosas, irritantes. Los invitados se acomodan y los miran desconcertados; la niña se asusta y abraza a sus padres.)
Miguel (interrumpiendo la carcajada de Marta, le dice con una paciencia nerviosa).- ¿¿Por qué no te fijás si está listo el pollo??
(Marta calla y observa alrededor, se levanta y desaparece de escena.)Miguel.- ¡Ejemmm!
Eduardo.- ¡Qué linda casa tenés! ¡¡Pero hace un calor…!! (Se ventila con el largo del mantel, deja ver al público el cuerpo que hay debajo de la mesa.)
(Marta, en ese instante, entra en escena.)
Marta.- Le fal… ¡NOOOOOO! (Corre y da un salto hacia la mesa.)Miguel.- ¡¡No…!! (Se calma y agrega.) El mantel no.
(Los invitados se incomodan y los miran desconcertados, la niña se asusta y abraza a sus padres nuevamente. Esperan una explicación más o menos lógica.)
Miguel.- Es que… es una herencia de muchas generaciones, es muy importante para ella. (La mira para que le siga la corriente.)
Marta.- ¡¡¡Siiií!!!, es muy importante. (Solloza.)
(Marianita está inquieta. Miriam le da permiso para que juegue. La nena comienza a jugar al “gato ñato” alrededor de la mesa.)
Miguel.- Qué inquieta la nena… Eduardo.- Sí, tiene mucha energía.
Miriam.- ¡Siií!, la hacemos jugar antes de ir a dormir, así gasta las energías y duerme mejor…
(Marta la sigue con la vista, se pone nerviosa y sale detrás a correr a la nena, todos la siguen con la vista.)
Marta.- ¡¡¡Dale, nena, veniiií!!!
(La nena se tropieza, cae y ve el cadáver, todo se detiene. Marta, nerviosa, mira a Miguel, éste le devuelve la mirada a su esposa y voltea hacia Eduardo.)
Marianita.- ¡AAAHHHHHHHHHH! (Corre y abraza a la madre.)Miriam.- ¡¿Qué pasó, Marianita?! ¿Te lastimaste? (La revisa.)
Marianita (le dice bajito a la mamá).- Hay un monstruo debajo de la mesa.
Marta (Alcanza a escuchar.) ¡¡¿¿Un monstruo??!! Jajajajajajajaja.
Miguel.- ¿Pero cómo?
Eduardo.- Viste como son los nenes…
Marta.- Vení, nena. (Va hacia donde está y la toma fuerte de la mano.) Ayudame en la cocina.
(Se van a un plano más alejado. Miguel, Eduardo y Miriam siguen una conversación que se torna muda.)
Marta.- Nena, callate, ¿¿¿ehhh???
(Marianita la mira. Marta se va de escena y vuelve con el pollo, la nena se queda en ese lugar incrustada a la pared. Luego se acomodan las dos a la mesa, y Marta presta atención a la conversación.)
Eduardo.- Claro, como se fue Benítez, va a haber cambios…
Marta (incorporándose). Claro, ocupaba un puesto importante…
(Miriam y Marianita, en su segundo plano. Se nota que la nena está preocupada, no come, no juega. La mamá la mima y le pregunta qué le pasa, etc.)
Marta.- No puede caer en manos de cualquiera… Tiene que ser de un hombre honesto, responsable, trabajador…
Eduardo.- Por supuesto.
Marta.- Alguien como vos, Miguel…
Miguel.- ¿Yo?
Eduardo.- ¿Por qué no? No lo había pensado. ¿Cómo se ve en ese puesto, Miguel…?
Miguel.- Realmente…
(Marta, pensando que su marido lo iba a arruinar, lo interrumpe.)Marta.- Realmente, ¡es el mejor! (Exagera.) Él nació para ese trabajo. Muchos años estuvo luchando, merece un aumento. ¿O no que luchaste, o no que sos el mejor? (Lo mira, lo enfrenta.)
Miguel.- Sí, soy el mejor (asintiendo con desgano).
Eduardo.- ¡¡¡Haberlo dicho antes, hombre!!! Mañana hacemos el cambio…
Marta.- ¡¡¡Qué bueno!!! ¿O no, Miguel? Voy a traer algo para brindar… (Marta se aleja de la escena.)
Miguel.- Le agradezco.
Eduardo.- Bahh, vení nena (Se acerca a la mesa y toma el mantel por el largo. El personaje Irma se va de escena sin que el espectador lo vea.) Vas a ver que no hay nada…
(Marta entra en escena, va llegando al lugar. Mira a Miguel, mira lo que pasa, deja el vino y las copas en la mesa.)
Marta.- ¿¿Qué hace??
Eduardo.- Le quiero mostrar a Marianita que no hay nada.
Marta.- ¡Nooo… deje!
Miriam.- Hay que hacer eso, sino después van por ahí viendo monstruos y esas cosas.
(Eduardo amaga con levantar el mantel.)
Miguel.- ¡¡¡Nooo!!!Eduardo.- ¡¿Qué pasa?!
(Miguel queda inmóvil sin saber qué decir.)
Marta.- Es que… debe estar sucio…
Eduardo.- Ayy, mujer, no se preocupe. (Levanta el mantel de un tirón, Marta y Miguel gritan, Marianita se tapa la cara con las manos.)
Miriam.- ¿Ves que no hay nada, Marianita?
Eduardo.- ¿Qué pasa?
(Marta y Miguel ven que no hay nada, se ponen más nerviosos todavía.)Marta.- Voy a traer la escoba. (Corre en busca de la escoba y empieza a barrer.)
Eduardo.- Bueno… brindemos.
(Marta tira la escoba, mientras Miguel sirve unas copas de vino, y cada uno con la suya festejan todos el asenso.)
Marta.- Bueno… ya es tarde.
Miriam.- Sí…
Eduardo.- Buenn…
(Marta, muy ansiosa, comienza a empujar a los invitados hacia la puerta. Con cumplidos, les abre la puerta y los despide casi echándolos a la calle. Quedan en el comedor, nuevamente, Marta y Miguel. Se miran y se sientan exhaustos. Miguel toma la botella y la empina. Marta observa todo a su alrededor.)
Marta (aceleradísima, contenta).- Ahora, podemos comprar otra mesa, otra tele…
(Miguel toma vino, asiente con la cabeza.)
Marta.- ¡Me puedo comprar mucha ropa, un tapado de piel…
(Se cierra el telón, mientras Marta le pide cosas a su marido. Fin de la obra.)

Segundo Grupo
Nombre de la obra: Coronación dos
Autores: María Juliana Ferro, Guillermo A. Divanni, Alan J. Gómez y Santiago Schilliro.

Cuadro primero
Una cocina pequeña, algo sucia y con muebles antiguos. Hay una mesa con cuatro sillas, una heladera y muchos armarios de cocina con las puertas abiertas que dejan ver pilas de ollas y utensilios de cocina desacomodados. En un ángulo, está Sandra, una mujer cuarentona, hablando por teléfono y cocinando al mismo tiempo. Lleva puesto un delantal de cocinera, un vestido viejo y largo hasta los tobillos y ojotas en los pies.
Sandra: Hacen falta unas cosas de la cocina...No, lo limpié ayer, y quedó bárbaro, ya no gotea el techo.¿Ah, si? Bueno, la del primero me pagó hoy el mes pasado, este mes y el mes que viene por adelantado. Arroz con pollo. No, los muchachos todavía no, pero me dijeron que mañana me iban a pagar febrero y marzo... Bueno, esta bien. No, pero Daniel, yo no... es que... bueno, esta bien. Sí, sí me acuerdo.
(Entra Ramón escondiendo un ramo pequeño de flores detrás de la espalda. Ve que Sandra está hablando por teléfono y se queda mirándola)Sandra: Hablamos más tarde, ¿sí?. Sií, sí me acuerdo, ya te dije (deja de cocinar).Bueno, bueno, un beso. (Se da la vuelta para colgar el teléfono y advierte la presencia de Ramón y se asusta.) ¡Ay, Ramón! ¡Qué susto!Ramón: (Irónico) ¡Bueno! ¿Tan feo soy?
Sandra: (Sonriendo incómoda.) No Ramoncito, es que no te escuché llegar... ¿Hace mucho que estás ahí parado?
Ramón: No, recién llego... y te traje un regalito. (Le entrega el ramo de flores, están todas mustias y caídas.)
Sandra: Son muy lindas, Ramón (conmovida por el gesto), pero no te hubieras molestado... (Llena un vaso con agua de la canilla donde pone las flores, y coloca el vaso sobre la mesada.)
Ramón: ¡Pero Sandrita, mi reina! (Sentándose en la silla que está más lejos de Sandra.) Es lo menos que puedo hacer por la señorita que me da techo y comida hace ocho meses.
Sandra: (Cambia la expresión de la cara repentinamente y comienza a hacer cuentas con los dedos, murmurando.) Son ocho meses en total, pero tres me pagó a treinta pesos cada uno... Faltan cinco, menos medio que el otro día me pagó el otro muchacho son...
Ramón: Y hablando de comida... ¿qué comemos hoy? Tengo un hambre tremendo.
Sandra: ¡La comida! (Corre hasta la olla, la destapa y ve que la comida está quemada.) Carbón.
Ramón: ¡Mi reinita! (Cariñoso.) Si lo preparaste vos, debe estar delicioso. Dale, servime un plato.
Sandra: Te preparo alguna otra cosita... (apenada), está horrible esto, lo voy a tirar a la basura.
Ramón: (Se levanta de la silla y se acerca a Sandra, la toma de la mano.) Yo comería una rica milanesa con papas fritas... pero, como están las cosas, no estamos para andar tirándole margaritas a los chanchos. Una riquísima milanesa napolitana preparada por tus perfectas manos de princesa (le besa la mano).
Sandra: Tenés razón (incómoda) además, recién hablé con Daniel por teléfono... Necesita plata y quiere que todos los inquilinos estén al día con el pago de las habitaciones... Me dijo que si ustedes no me pagaban dentro de dos semanas...
Ramón: (Suavemente suelta la mano de Sandra y se queda de pie a su lado.) La semana que viene te vamos a pagar los cuatro meses y medio que te debemos (excusándose). Lo que pasó este mes fue que Guido y yo tuvimos muchos gastos en materiales para la Facu. Entre libros y pitos y flautas, se nos fue un montón de guita... (apenado). Aparte, el mes pasado llevé plata al orfanato de acá a la vuelta (casi a punto de llorar), es que veía pasar a los chicos tan desabrigados y... (Se tapa la cara con las dos manos y apoya la cabeza en el hombro de Sandra.)
Sandra: (Extrañada.) Bueno, bueno... (Consolándolo, le da unas palmaditas en la espalda.) Voy a comprar un poco de pan para que la comida sea más pasable.
(Ramón asiente con la cabeza, espera afligido que Sandra se vaya, y cuando sale se reincorpora, entonces destapa la olla y mira el interior.)Ramón: Esto es un asco. (Lo huele y hace un gesto de rechazo, busca alguna otra cosa para comer, pero no encuentra. Entra Guido que llega de la calle.)
Guido: ¡Que frío está haciendo! Es una barbaridad. Frotándose una mano con la otra, se sienta en una silla y se cruza de piernas.)
Ramón: ¿De dónde venís?, si se puede saber... (sentándose en otra silla)Guido: (Lo corrige.) Hola... buenas tardes, ¿cómo estás? Bien, ¿y vos? (Ramón le hace un gesto de impaciencia, espera una respuesta.) ¡Bueno, bueno! qué cara larga, ¿quién se murió?
Ramón: (Preocupado, se toma la cabeza con las dos manos y se inclina hacia delante.) Es que recién estuve hablando con la vieja...
Guido: (Paciente) Ay, nene... está bien que está un poco arruinada, pero no le digás vieja, queda feo, che...
Ramón: ¡Bueno!, con la Sandra esa... (sin dirigirse a Guido, pero hablando en voz alta para que el público lo escuche), parece que el plan va perfecto. ¡La tengo rendida a mis pies! Así tiramos unos meses más...
Guido: ¿De qué hablás, Ramón?
(Entra Sandra abrigada hasta la exageración, con una bolsa de pan en la mano. Ramón le hace un gesto a Guido para que no siga con la conversación.)
Sandra: ¡Es increíble el frío que hace! (Se saca el abrigo y lo deja apoyado en el respaldo de una silla.) Traje el pan, lo último que tenía Tito, una flauta. Menos mal que no hace falta leche ni nada, porque los supermercados están vacíos con esto del campo y qué se yo... (Advierte la presencia de Guido y se dirige a él amable.) Hola, Guido, ¿qué tal? (Se inclina y lo saluda con un beso en la mejilla.)
Guido: (Sonríe.) Bien, muy bien (mientras Ramón levanta el pan que Sandra dejó sobre la mesa y empieza a comerlo). Justo le estaba contando a Ramón lo bien que te veo últimamente. (Se pone de pie y la hace girar, como si fuera un paso de baile, Sandra sonríe. Ramón los mira y asiente con la cabeza mientras come.) ¡Estás hecha una pendeja!... te voy a prestar una cremita humectante para el cutis. (Le pasa la mano por la mejilla, Sandra se deja tocar.) Te va a venir bárbara (volviendo a la silla, sin darle la espalda a Sandra). ¿Tenemos algún novio escondido por ahí, algún amor?, ¿eh?
Sandra: (Tímida.) Tengo un amor por ahí (mira de reojo a Ramón que sigue comiendo el pan), pero no es mi novio.
Guido: (Festeja.) ¡Bien!, el amor rejuvenece al alma, dicen... (Hay una pequeña pausa, durante la cual Guido mira pensativo a Sandra, que mira a Ramón, quien a su vez observa el pedacito que le queda del pan. Se reincorpora.) Bueno, voy a darme una ducha rapidita. (Se pone de pie y se acomoda los pliegues del pantalón.)
Sandra: (Buscando platos en un armario) ¿No querés comer con nosotros, Guido?
Guido: No, te agradezco, ya comí (saliendo), después los veo (sale).
Ramón: Voy con vos. (Se pone de pie dispuesto a irse.)
Sandra: (Que ya había servido un plato de comida.) ¿Cómo, no te quedás a comer? (Con el plato en la mano.)
Ramón: (Se detiene, disimulando la cara de asco, titubea.) No... se me pasó el hambre reina, pero a la noche comemos juntos. (Al salir, ve la hora en un reloj que hay en la pared.) ¡Mirá la hora que es!, voy a llegar tarde a la facultad. Chau, reinita. (Sale de prisa.)
Sandra: Chau, ¡suerte! (Se sienta a la mesa y empieza a comer. Busca el pan y ve migas en el lugar donde había estado sentado Ramón. Levanta la vista, mira hacia donde él salió y suspira.)

Cuadro segundo
En la misma cocina, Daniel camina de un extremo a otro. Viste un traje negro, corbata y zapatos. Sentada a la mesa está Sandra, erguida y con la mirada al frente. Todo está ordenado y limpio.
Daniel: Tengo que felicitarte, esta cocina está limpia como nunca la había visto antes.
Sandra: Limpiar es parte de mi trabajo, no tiene que...
Daniel: (En un tono de voz más alto.) Cobrarle a los inquilinos también es parte de tu trabajo, y sin embargo no puedo felicitarte por eso. (Sandra no responde, pero está temblando. Daniel suaviza la voz, deja de caminar y le habla más cerca.) Ya pasaron casi cinco meses y todavía no recibí ni un peso de la parejita del tres.
Sandra: (Tiembla, suelta una risita nerviosa.) No son pareja...
Daniel: (Paciente) No me importa lo que sean (se sienta en una silla), pero si esa plata no me llega antes de mañana a la mañana, te voy a despedir, "¿capishe?". (Se pone de pie, Sandra tiembla cada vez menos. ) (Saliendo.) Hasta mañana.
(Al mismo tiempo que sale Daniel, entra Guido. Sandra lo ve y se pone de pie dándole la espalda, mientras simula cocinar.)
Sandra: (Seca.) Hola, Guido.
Guido: Sandrita, Sandrita (animado), yo sabía que algún día acá iba a venir gente de clase a vivir (sentándose). Hay un autito hermoso estacionado en la puerta, ¿lo viste? Es un lujo. (Sandra no contesta y sigue dándole la espalda.) ¡Eh!, Sandrita, ¿me oís? ¿Qué tenés, nena?, ¿estás temblando? ¿Viste el auto?, es rojo pasión... una belleza.
Sandra: (Va a sentarse, preocupada.) No, no vi el auto.
Guido: ¡Nena!, ¡nenita!, ¿qué tenés?, ¿qué es esa carucha?
Sandra: (Preocupada.) Nada, no es nada.
Guido: Dale, contame (disimulando su propio interés.) ¿Es por el tipo que salió recién?
Sandra: (Nerviosa.) Ese tipo es Daniel, el dueño de esta pensión (indignada), ¡y acaba de amenazarme con que me va a echar si mañana a la mañana no le doy la plata que ustedes le deben! Es increíble.
Guido: (También indignado.) ¿Perdón?... ¿qué le debemos?
Sandra: (Insistente.) Sí que me deben... dale, Guido, hace cinco meses que no me pagan el alquiler (apenada); yo tendría que haberle insistido a Ramoncito, ¡tendría que haber sido dura con él para que me pague! (Guido está desconcertado.) Pero dejé pasar un mes, dos meses... Él me explicó que la plata la había llevado al orfanato, y que también había gastado en libros y cosas para estudiar... ¡Y ahora estoy metida en un lío!Guido: No entiendo, ¿qué orfanato?, ¿de qué hablás? Cómo puede ser si...
Sandra: ¡Puede ser, puede ser! Ahora, en cuanto lo vea, lo agarro y le digo de todo, me va a tener que pagar como sea. Y a vos, Guido... (Se pone de pie y apoya las palmas de las manos sobre la mesa.)
Guido: ¡Te digo que no entiendo! Si yo todos los meses le pasé a Ramón mi parte para que te pagara. Él me dijo que se iba a encargar, por eso yo le daba la plata a él (pausa) ¡Qué orfanato ni que orfanato!, y en casa lo que menos hay son libros, nunca estudia ese vago.
Sandra: ¿Entonces?, ¿qué hizo con la plata? (Se sienta lentamente.)Guido: Que se yo, me encantaría saberlo. (Pausa, los dos quedan pensativos.) Este Daniel también debe ser un atrevido, amenazarte así.. . plata no le debe faltar al muchacho, estaba todo bien vestidito, arregladito y perfumado... (impresionado), y con ese auto. ¡Hay que tener para comprarlo y mantenerlo!
Sandra: (Confundida.) Daniel no tiene auto, cuando viene, lo hace caminando.
(Sandra y Guido se miran en silencio por unos segundos.)
Guido: ¿Será que el muy turro se compró un auto con la plata del alquiler?
(Ramón, mientras entra, escucha las palabras de Guido.)
Ramón: (Sorprendido.)- ¡No se imaginan lo que me pasó! (Guido y Sandra se miran y ninguno le responde.) En el chino de la otra cuadra llené un montón de cupones para un sorteo y... hoy fue el sorteo... Y... ¿a que no saben qué me gané? ¡Me gané un auto!
(Los tres se quedan en silencio. Guido y Sandra miran a Ramón, después cruzan sus miradas y, cuando vuelven a mirar a Ramón, este sale corriendo fuera de escena; entonces Guido y Sandra corren a atraparlo.)

Cuadro tercero
Guido está en la cocina y tiene una valija en cada mano, Sandra está parada escribiendo una nota sobre la mesa. En el piso se encuentra sentado Ramón, atado y amordazado. La cocina está toda sucia y desordenada, hay ollas tiradas en el suelo y basura por todos lados.
Guido: ¡Vamos, nena! Apurate, que ya va a llegar.
Sandra: Ya va, ya va. (Termina de escribir la nota y, con una etiqueta de algo de la basura, se la pega en la frente a Ramón, le revisa los bolsillos y le saca la llave del auto. Guido y Sandra salen de escena corriendo. Ramón queda solo e intenta desatarse, gime. Unos segundos después, entra Daniel.)
Daniel: (Horrorizado.) ¿Qué pasó acá? ¡Esto es un desastre! ¿Qué hacés ahí? (Ve a Ramón y va hasta él abriéndose paso entre la basura. Ramón intenta hablar pero no puede, se mueve desesperadamente procurando desatarse. Daniel le despega sin ningún cuidado la nota de la frente y la mira.) Esto es para mí... (Camina entre las ollas, pateándolas violentamente mientras lee la nota.) ¡Esta perra se fue! (Murmura mientras lee.) “...Ramón para que te ayude, ...ordenar la cocina...” (Mira a Ramón.) ¿Vos sos Ramón? (Ramón niega con la cabeza, Daniel se le aproxima y se agacha a su altura, le habla despacio y desde cerca.) ¿Vos sos Ramón? (Ramón, miedoso, asiente con la cabeza. Daniel se pone de pie y sigue leyendo, murmura.) “...el que te debía... suerte a los dos, Sandrita y Guido”. (Daniel dobla la nota y se la guarda en el bolsillo, se acerca a Ramón para desatarlo.) Bueno, Ramón, vas a empezar por la cocina, ¿capishe?, después seguís por el baño. Vas a saldar tu deuda, barriendo todo el pasillo, limpiando vidrios… (Sigue enumerando mientras se bajan las luces hasta el apagón final.)