sábado, 18 de diciembre de 2010

Blog mellizo

En el siguiente blog hay más narraciones de los chicos, aparte de las que vemos acá. Además, unos comentarios sobre el blog: http://quintoprimeraliceo11.blogspot.com/
Cariños a todos y ¡felices vacaciones!

lunes, 21 de junio de 2010

2010: Reabrimos el blog

Este año, los alumnos de 5º 1ª han aceptado publicar sus producciones en el blog. Sus trabajos de redacción son muy buenos, reflejan creatividad, talento y reflexión sobre las cosas cotidianas, la realidad actual y los hechos extraños. Estos chicos tienen bien en claro lo que quieren, son responsables, pensantes y curiosos. Me da gusto tenerlos como alumnos, aprendo mucho de ellos, ojalá que el blog siga adelante con sus valiosos aportes y el de los lectores. Invitamos a dejar comentarios y sugerencias.


Los chicos trabajaron sobre dos cuentos de Gabriel García Márquez, en el marco del realismo mágico: "Un hombre muy viejo con unas alas enormes" y "Sólo vine a hablar por teléfono". Las consignas de producción al respecto fueron: a) Tomando como referencia el primer cuento, contar la historia en primera persona y desde la perspectiva del hombre con alas. b) Tomando como referencia el segundo cuento, imaginar una historia donde alguien se vea envuelto en una situación absurda y de pesadilla, debido a un malentendido. Podían colocarle un título a cada uno de los relatos y realizar las modificaciones necesarias, sin alterar el espíritu de los textos originales.


1. "Plumas y rubíes", de Paula Nieva
Ella era chiquita cuando la llevaron, tanto que hacía pensar que cabría en la palma de la mano si se quedaba tranquila. Sus alas apenas sí le permitían planear unos veinte segundos.
Le gustaba mucho el cielo, el mar, el bosque y el desierto, todo lo que estuviera lejos de casa. Uno la veía correr y volaba hacia ella para que no se cayera, para que no creciera tan rápido.
Un día cayó. En medio del océano cayó y tuvo miedo, terror, la pobre, ya que nadie allá arriba tuvo el dulce gesto de enseñarle a nadar. Entonces un delfín se acercó a ella.
-¿Estás bien?
-Mojada y sola, ¿eso es estar bien?
-Aquí abajo hay muchas parecidas a vos, pero vas a mojarte más si vamos, ¿te molesta?
La soledad le aterraba mucho más, así que respiró profundo y buceó junto al delfín hasta llegar a una ciudad pequeña comparada con su casa, minúscula comparada con el mar.
Ella decidió quedarse hasta que sus alas le permitieran volar y, juntando caracoles y arena, logró armar una pequeña casa de paso con paredes rosadas. Sus vecinos no parecían felices con ella y pronto tomaron la costumbre de ir a su casa por las noches y arrancar un par de plumas de sus crecientes apéndices, haciéndoles sangrar pequeñas joyas rojas. Eran verdaderamente preciosas, cristalinas, brillantes, rojizas, del tamaño de una lágrima, "quedarán preciosas entre los corales de mi casa", solían pensar.
La desdichada lloraba horas al despertar, cuando veía la pobre piel de gallina donde debería estar su maravilloso plumaje.
Cuando fue más grande, lo suficiente para viajar en tiburón, juntó sus pequeñas cosas y cruzó el mar. Pasó años con los lobos para recuperar sus alas, al fin disfrutaba de la tierra bajo sus pies en intensas carreras contra los caminos.
Años, décadas, miles de días después, ella lucía cabello azulado rozando sus pies y una risa bestial y canina, digna de alumbrar una prisión abandonada con su energía. Fue entonces cuando la vi, jugando con el pelaje de un animal casi tan grande como ella, como yo.
Le pregunté si quería volver conmigo y ella me miró con ojos cándidos antes de reír profundamente (por algo sé de su risa, ¿ven?).
-¡Imposible!, con todo un mundo por conocer.
Entonces se dio media vuelta y jamás la volví a ver.


2. Relato de Martín Prebble.
Por fin logré escapar de mi tormento, tres días y tres noches pasé en ese patio mugroso o al menos eso escuché decir a la pareja que me encontró.
Me pegué tal golpe desde allá arriba que todo ese tiempo ni sentí cómo me picaban los cangrejos.
Me hablaron y entendí, pero mi único dialecto es el de los dioses y no pude contestarles. Llamaron a una especie de gitano que les delató lo que yo era, y a la noche me visitaron en un gallinero, como si fuese una especie de animal; y al día siguiente, todo el vecindario se había enterado.
No me trataban con el respeto que merecía. Después de tanto luchar por ellos, me sorprendió cómo podían tratar así a alguien que les resultaba extraño y, a la vez, tan humano. Un obispo recitó parte del Viejo Testamento.
Acostado, cansado de tanto tormento, esto me parecía una cama cómoda (el gallinero), después de todo lo que pasé. El cura me revisó de frente, y yo atiné a decirle "Sálvame, ten piedad!, pero éste hablaba latín y no mi idioma.
Pasaron los días, cobraban cinco centavos para verme, ¡qué indignante! Me tiraron de todo para comer, ¡qué poco deben conocer de nosotros, los ángeles!
Días y días siguieron pasando, soporté maltratos de varias personas, hasta que al fin se cansaron de mí, por suerte. Tiempo más tarde pasé por la casa y me sacaron a escobazos, después de todo lo que les había dado.
Luego de tantos milenios, el hombre no estaba preparado para el regreso de Dios a la Tierra.
Y es por eso que yo, Ícaro, desplegué mis alas y me fui decepcionado, una vez más, por los humanos.


3. Dos relatos de Florencia Miremont.
a) Yo soy un hombre avergonzado de mi cuerpo. En él, he recibido mucho maltrato, y mi apariencia es de un anciano, a pesar de que solo tengo veintiún años.
Llegué al mundo para que los hombres y las mujeres de la Tierra tuvieran esperanzas y sueños y nunca se dejaran derrotar, pero algo salió mal desde un principio, algo no fue pensado.
Cuando arribé a la Tierra, esta me parecía hermosa, llena de vida, de luz, había lugares en donde uno no podía evitar quedarse al menos unas horas, había una belleza inexplicable y hasta se olía en el aire.
Mi trabajo era fácil, tenía que hacer que la gente del mundo volviera a creer en las cosas imposibles, y yo soy un "imposible". Si estoy acá, la gente va a confiar en que hay más que solo trabajar para vivir, que hay sueños que se pueden cumplir; y la vida así no va a ser menos cansadora, pero sí más satisfactoria. Este era mi pensamiento al llegar; pero, ni bien descubrieron quién era yo, me persiguieron, me sofocaron y me atraparon como a un fenómeno.
-¡Soy un ángel, no deben hacerme daño!
Nadie quería oír a un ángel, con tantas guerras, hambre, muerte por todos lados. Lo hermoso de la Tierra ya no era visto por las personas, y a mí me odiaban, me preguntaban por qué había venido, qué quería; yo les respondía la verdad, siempre puede haber esperanzas.
Todos los ángeles tenemos un brillo, y depende del estado de ánimo si es más intenso o no. Yo casi no tenía nada, estaba asustado y golpeado, no podía contener mis alas y me las encadenaron; la esperanza que podía salvarme me estaba siendo robada incluso a mí. Me sometieron a infinidades de pruebas y experimentos para ver mis reacciones; y mi única reacción era el dolor porque, cuando uno decide bajar a la Tierra, sus facultades de ángel quedan casi nulas, y el dolor es muy nuevo para nosotros.
Todos los experimentos a que fui expuesto provocaron que yo perdiera mis alas y que envejeciera mucho más rápido. Me dejaron en libertad a partir de estos hechos, a partir de que ya no era un ángel y de haber dejado de ser "útil", según ellos, por ser demasiado viejo. Pero no es así, porque hoy voy a recuperar mi juventud, porque no hay nada que no pueda hacer para volver a ser lo que era.
Hace unos meses conocí a una mujer, ella tiene esperanza, fe, felicidad y vida, tiene lo que me robaron, y yo puedo sentir todo eso. Y me transformo , y de a poco me siento más joven, más vivo, más ángel. Estoy dispuesto a buscar más personas como ella y voy a hacerme ángel nuevamente con un beso, con una conversación; solo eso se necesita, una amistad, para ser lo que era y poder volver a mi lugar siendo más sabio. Así podré regresar y curar a los seres humanos de la vida triste que llevan, salvarlos como ellos me salvan a mí. Para ser un ángel de nuevo solo preciso el amor, la esperanza, la fe y la compañía.

b) Sofía Navarro tenía diecinueve años y era mi mejor amiga en la secundaria. Tras su graduación nos veíamos los fines de semana para salir o quedarnos en casa a ver películas.
Tras unos meses, ella conoció a un muchacho en la facultad y se enamoró de él. Me hablaba mucho, por teléfono, de aquel chico de tez blanca y ojos de cielo, lo alababa demasiado. Me pasó, por Internet, unas fotos con él, y no era gran cosa, en fin, ella lo amaba.
Después de un tiempo, no supe nada de Sofía, lo último fue que se había casado con él a los cuatro meses de estar de novia, ¡increíble!, y que se habían ido a vivir a otra provincia. Imagínense, yo no podía creer que no hubiera contado nada ni a mí, su mejor amiga. Estuve mucho tiempo enojada con ella, aunque en secreto la extrañaba.
Terminé el secundario luego de un año difícil y entré al CBC. Igual que Sofía, conocí un muchacho y nos hicimos amigos; con el tiempo quisimos un poco más y un poco más, al cabo de medio año estaba de novia.
Pero un día me dijo que no podíamos vernos porque su hermano regresaba a casa muy mal por haberse separado de la esposa, quien lo había abandonado de un día para el otro. Yo no podía reprocharle nada.
La vida transcurrió tranquila, hasta el año siguiente, cuando recibí una carta de Sofía, donde me contaba que estaba sola y asustada. No sabía qué hacer, ya que la carta no tenía dirección alguna, lo que me pareció un indicio de que estaba relativamente cerca. Le comenté mis preocupaciones a mi novio, y él accedió a ayudarme. Preguntamos a los vecinos por la persona que dejó esa carta, pero no habían visto a nadie. La madre de Sofía no sabía nada y no quise preocuparla.
Recibí otra carta, esta vez con una dirección y la firma de mi amiga; no era cerca, pero se podía llegar en tren.
Le pedí a mi novio que me acompañara, ya que no me atrevía a ir sola. Cuando llegamos, vimos una casa antigua pero muy bien conservada, parecía que sus habitantes eran gente de mucho dinero. Tocamos timbre y preguntamos por Sofía. “En la casa no hay ninguna Sofía", nos respondieron y nos cerraron la puerta en la cara.
Seguí recibiendo cartas con la misma dirección. Me volvía loca vigilando la casa para ver si ella estaba. Cuando la vi por una ventana, no lo podía creer; era Sofía vestida a lo antiguo, toda sucia y triste. A su lado, una anciana la llamaba hija y le pegaba un cachetazo cada vez que no le contestaba bien. Había hombres y niños, todos con atuendos antiguos. Fue entonces cuando me vio; se le habían iluminado los ojos, pero desvió la vista para no levantar sospechas.
Con mi novio planeábamos la forma de sacarla de aquel lugar tan extraño, y me comunicaba con ella a través de correspondencia que le dejaba en un arbolito de la casona.
Sofía escapó una noche, mientras nosotros distraíamos a los extraños. Una vez en mi casa, me contó que había ido a comprar unas cosas antiguas y quedó fascinada con un armario muy bonito. Supo por el dueño del anticuario que ese armario era de una familia un poco mal de la cabeza, con la cual debía negociar el precio. Se dirigió a la dirección que le dio el hombre. Ni bien entró en la casa, una anciana la abrazó y la besó como si se conocieran de toda la vida; la llamaba Estefanía y no entendía que su nombre era Sofía y su visita era por el tema del armario, la condujo a una habitación. Al parecer, Estefanía era la hija de la anciana, de niña había huido de la casa por la locura de que su familia vivía en otra época. Mi amiga me explicaba que, como la confundían con esa chica, la tenían encerrada por ser una "mala niña", le hacían rezar arrodillada sobre sal gruesa y no sabía a quién recurrir. Aprovechando algunos descuidos de los dueños de casa, se hizo amiga de un paseador de perros, a través de él me llegaban las cartas.
Por suerte, todo se había solucionado, aunque estaba muy deprimida a causa de que durante ese tiempo no veía a su esposo. Cuando le presenté a mi novio, quedó atónita, pues ella lo reconoció como su cuñado, y le pidió la llevara a reunirse con su marido, de quien estaba alejada por las circunstancias que había relatado.
Ahora todos estamos bien, yo con mi amiga y mi novio, y ella con su marido.


4. Dos relatos de Romina Duarte.
a) Un día lluvioso, algo extraño cayó del cielo, tenía grandes alas, pero se veía triste. El pueblo era pequeño y de pocos habitantes, por lo que al día siguiente todos comentaban esto, pero no decían "un ángel cayó del cielo", sino "un monstruo cayó del cielo". Él se sentía humillado y triste por ello.
Vino a la Tierra para ayudar, llenar de paz y amor a aquel pequeño pueblo, pero sólo consiguió que lo apedrearan y lo exhibieran en una vitrina.
Ya no aguantaba aquella situación, por lo que decidió escapar; para ello planeó salir en la noche, cuando le llevaran agua, porque solo eso le daban. Quiso empujar a la dueña de casa, pero no pudo, sintió que eso estaba mal.
Entonces no le quedó más que esperar. Pasaron los días, meses, tal vez años; el ángel ya no era rentable, no producía dinero, por eso fueron dejándolo de lado. En el pueblo había aparecido un elefante con dos trompas, ahora era eso la atracción.
Un día, dejaron de cerrar las puertas con esas grandes cadenas, y al día siguiente y al siguiente... Después ni las cerraban, porque querían que se fuera. Él no lo entendió, pero ya no tenía fuerzas, había pasado demasiado tiempo.
El tiempo transcurrió, y el ángel seguía ahí. Pero un hermoso día, en el cual el sol brillaba y las flores florecían, desapareció. Nadie pudo explicar cómo pasó tal cosa, ya que él no poesía fuerza alguna; pero tampoco les interesaba, porque la intención era que él se marchara.
Todo siguió igual, como si lo del ángel nunca hubiera sucedido.

b)
María Fernández era una estudiante de psicología, vivía con sus padres en Bogotá. Era responsable y un poco sigilosa, pero al mismo tiempo, alocada y de mal carácter. Una vez se escapó de la casa y fue a lo de una amiga; estuvo ahí por dos semanas, porque había discutido con su papá, el cual por alguna razón no la buscó.
Había pasado mucho tiempo, y aquella niña había madurado y ya no hacía aquellas niñerías.
Un día, cuando iba a la facultad, la encapucharon y se la llevaron; estaba muy asustada, porque no entendía lo que pasaba. Le decían que era una fiscal y que no la dejarían concretar aquel caso tan importante que tenía a su cargo; ella les repetía que estaban equivocados, que sólo era una estudiante, pero de nada sirvió.
Al transcurrir el tiempo, María se percató, o pr lo menos sentía, que nadie la estaba buscando, más se reafirmó esto ala recordar aquel episodio en el que se había fugado. Su padre le había dicho "si volvés a desaparecer, tampoco te voy a buscar, porque estoy harto de tus pendejadas".
Ella necesitaba escapar, le habían perdonado la vida sólo porque resultó ser la homónima de aquella fiscal y nada tenía que ver con aquel caso que tanto los preocupaba. Estaba en un estilo de campamento situado en la selva, porque así era como operaban las FARC, se internaban en la jungla con sus prisioneros.
Pasaron dos años y no lograba escapar, hasta que un día le concedieron la libertad. Ella, contenta, se fue en busca de sus padres. Al reunirse con ellos, entendió que aquel no era su lugar, por lo que volvió a la jungla en busca de los guerrilleros. Buscó y buscó sin resultados, hasta que los encontró, les rogó que la incorporaran a su fuerza, porque afuera no le quedaba nada por hacer.
Así fue como se convirtió en una de las más grandes líderes de aquella organización.


5. Dos relatos de Karina Gómez.
a)"Mis enormes alas"Yo era un hombre no tan común entre la gente, por mis enormes alas. Todos creían de mí que era un hombre raro... Yo no era eso, era un ángel, un ángel seleccionado por mi gran Señor. Mi misión era bajar a la Tierra para ayudar a esa persona que me necesitaba. Él era un hombre que, por problemas de salud, quería suicidarse, era un hombre solitario, con muy pocas ganas de vivir, ya que le habían detectado un cáncer.
su vida siempre fue solitaria; sus padres lo abandonaron de chiquito y los pocos "amigos" que tenía, dos o tres, se hicieron a un lado cuando se enteraron de su enfermedad. Mi misión era ayudar a este hombre, ya que como ser era excelente. Pero luego sucedió.... Cuando bajaba del Cielo a la a la Tierra, una rama lastimó una de mis alas y esto me impidió seguir volando a destino. Fue en ese momento que caí y me desmayé. Al despertar, me encontré encerrado entre cuatro vidrios, estaba ahí dentro de ese "cubo de vidrio". Creían que yo era una exposición, ya que quien me encontró y me privó de la libertad me tuvo en ese "cubo" durante mucho tiempo, y muchas personas iban a verme con curiosidad y pagaban fortunas por observarme.
Después de ese largo tiempo de exhibirme como un objeto extraño, me devolvieron la libertad. Ascendí al Cielo y me reencontré con mi gran Señor; ya éramos dos ángeles a su lado: ese hombre a quien fui a ayudar y no pude, y yo.

b) "¡Una voz que llora!"
Siempre viví solo, desde mi adolescencia hasta hoy. Siempre fui una persona muy humilde y me gustaba mucho ayudar a los demás.
Una noche, cuando me había acostado, en el momento en el que me estaba por dormir, escuché a un anciano que lloraba, agarré mi bata y fui a ver quién era el hombre. Salí de mi casa y seguí el ruido del llanto, hasta que me encontré con un anciano que lloraba en la plaza.
Le pregunté qué le sucedía, y me contó que se había quedado sin vivienda hacía un mes y que era horrible dormir en una plaza con todo el frío y el hambre. "En mi casa había lugar de sobra." Entonces le propuse que se fuera a vivir conmigo, y él aceptó.
Todas las noches, antes de ir a dormir, escuchaba esa voz que lloraba y siempre salía en busca de ella. Recorrí continentes, países, provincias, ciudades. Siempre había alguien que me necesitaba, y yo le brindaba ayuda. Hasta que los vecinos empezaron a sospechar de mí, por mis salidas nocturnas. Un día hubo un asalto en esa casa y me culparon a mí.
Ahora me encuentro encerrado entre rejas y siempre escucho esa voz que llora, me desespero al no poder hacer nada.


6. Dos relatos de Carolina Aquino.
a) En un tormentoso día de lluvia, iba volando en busca de un niño enfermo, cuando de repente un rayo me alcanzó, lastimó mis alas y me hizo naufragar en el mar. Desperté muy débil en una pequeña playa de pescadores. No entendía nada, ni cómo ni cuándo había llegado allí. Un pescador llamado Pelayo me recogió y, como una bolsa de papas, me tiró en su gallinero encima de toda esa materia fecal, como si fuera un perro sucio.
Nunca supe por qué todo ese rechazo de estas personas hacia mí. ¿Será porque estaba muy viejo o porque mis enormes alas los asustaban?
Pero había algo más. Cuando empezaron a llegar personas de todo el mundo a visitarme, no podía creer que venían tan solo a que los ayudara en sus necesidades, y no pensaban en mí, que me estaba muriendo por dentro. Por tal causa, yo ayudaba a esa gente pero no por completo, necesitaba estar libre para ello.
Una mañana me desperté bien de salud, a mis alas les habían brotado nuevas plumas, grandes y firmes, que esta vez ni la tormenta derrumbaría. Me sentí muy vigoroso, con una recuperación absoluta,. Me marché, porque el niño que había ido a buscar aquella tormentosa tarde de lluvia se había curado.

b) Tenía veintiún años, su nombre era Isabel, tenía tantas idas y vueltas en su vida como pulgas tiene un perro.
Lo único que le gustaba hacer en su tiempo libre era vagar. Y un día, paseando por el centro, logró ver cómo un grupo de estudiantes de la preparatoria asaltaba un banco. Llamó a la policía en un acto repentino y se quedó anonadada e inmóvil por el hecho. En ese momento, llegaron los policías, la confundieron con una asaltante y se la llevaron. No se dio cuenta de que el celular, su única evidencia de que era inocente, se cayó en medio del forcejeo. Cuando llegaron a la delegación, ella trataba de hacer entender quién era, pero lo único que respondía la policía era: "Tiene derecho a guardar silencio". No sabía qué hacer, tenía que escapar o esperar un juicio por esa causa.
Llamó a su padre, que era abogado, no le creyó, por la vida licenciosa que ella llevaba. Entonces fue encarcelada, no logró probar que era inocente y fue condenada a quince años de prisión.